Kiki y Guendolin


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A la media noche de un día cualquiera, cuando todo es fiesta, por las estrechas calles camina kiki.



Triste,



Estridente,



 Estrujado.



 “Hay manita toy jarrrta, jarta Guendolin, yo no quiero ser peluquera amiga, pero es lo único que puedo hacer, es como si no hubiera más nada para mi, Guendolin estoy siendo minimizada, estoy hartaaa amiga”.


Con una jumbo en la mano, su cuerpo flaco y un bulto de lado, que en su interior guarda los recuerdos, las caras y palabras de quienes hace mucho se fueron.



Kiki  llora,


! Hay lágrimas que liberan!


Risas que marcan, 

Y dedos que señalan direcciones equivocadas.


Es la media noche de un día cualquiera, cuando todo es fiesta: kiki   llora  esas verdades atragantadas, las escupe con el tufo a cerveza  y el dolor que las atraviesa.

! Y la siempre gana de ser,  volar, volar, volar!

“Guendolin, yo quiero volar, volar, no nací para peluquera amiga, pero , y de que vivo? a mi me gusta el chupe guendolin: andar bella, regia, arrolladora y volar”.


Con una jumbo y otra jumbo hasta muy de madrugada, kiki  necea: mete la mano en el caldero al friturero, el chimi lo alborota, con la escoba el chino lo barre y los tigüeres le vocean, lo molestan y cada tanto su galleta. 


Cuando amanece vuelve a la peluquería.


En las madrugadas de la zona, madrugadas que por abajito queman,  el silencio de guateque,  que entraña otros meneos, otras jugadas: Festines  para noctámbulos en el barrio de los obreros y  kiki zigzagueando en el explosivo amanecer  con sus recuerdos, aspiraciones  y  sensaciones a medias.

 Bebe, vocea y llora.


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