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Mostrando entradas de octubre, 2018

El baile

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Heri Rosseau A cuenta gotas Tibiamente “Si te tengo no te noto, si te pierdo si” Suave Salvaje Sutil La contradicción nos seguía ¡Ya no quería bailar! Te lo di; el cariño que había perdido por  Me halaste con una energía contenida Despacito; bailábamos “cambia el paso, que se me rompe el vestido” La temperatura, el calor, tu fuego, mi fuego  subieron  de un momento a otro  Comenzaron los sudores y te movías, Nos movíamos, un movimiento inesperado   Las estrategias no nos funcionaron, el olvido nunca llegó Al ritmo de un son montuno, te convidé a explorar tipo acertijo caribeño. Salvaje-mente   pisábamos el   mosaico, para ver que había debajo. Tibiamente entramos en una temperatura original.

El no querer

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Quisiera no querer. Quisiera no pensar. También quisiera volar. El no querer se ha convertido en la gran aspiración de mis treinta. Llegué a una época donde cojo miedo de mis instintos,   de lo que siento y como lo siento. Desenfrenada. Histérica  .  Intensa Hay cosas que no manejo. Cosas que no controlo. Por ejemplo: verlos caminar de la mano, andar por las calles felices de la vida, comiendo perdices y yo desde lejos mirando y preguntándome que hice, o mejor, que, no hice, que me faltó y en fin. Quisiera lapidarlos a pedrada, gritarles como tocada , pero, en cambio de lejos,  envidiando la suerte de otros, sintiéndome perdedora , añorando  lo que no pude tener Quisiera no querer Hay cosas que no manejo

Ideas que revolotean

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Siempre me quiero morir A veces no me quiero morir Las ideas revolotean por mi cabeza A veces si A veces no Contradictorio fluir Estoy bordeando los dos mundos Cada tanto invoco ese otro plano Solicito salvo conducto para huir de este Luego ya no quiero Y me quiero quedar Y me quiero ir Desahuciada por las calles de la ciudad Con  el bochorno de mi existencia El sobresalto de mi presencia Siempre me quiero morir A veces no Y así. 

Las remembranzas

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El recuerdo: las evocaciones de un pasado, que si bien distante, es imposible borrarlo. La fotografía: procedimiento y arte que permite fijar y reproducir a través de reacciones químicas imágenes. Los retratos, especie de sortilegios, que refrescan la memoria   Después de 20  " Las remembranzas   se magnifican" Hace años, intenté no recordar: una tentativa consciente, buscando respuestas en el olvido. La memoria corporal, sensación. Situaciones que evocan;  aquel tiempo, aquel lugar, aquella gente, aquel entorno de dolor. Nació con el horror en los ojos. Perdido de si mismo Con ganas de vivir Con la ternura de quienes no pidieron estar, solo estuvieron. Con la muerte como marca temprana. Corría el año 98, al país lo arrasó un huracán, casas por los suelos, techos volando, falta de agua y la oscuridad que se ciñó sobre los bordes de la isla: nosotrxs los olvidados de   un callejón cualquiera   en   al

¿Cuales salieron en la caraquita?

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Con sombrerito negro, guayabera blanca, y una cartera de lado, Ramoncito salía por las calles de la barriada a ganarse la vida. Paso tenue. Mirada esquiva. Dejando su rastro en cada esquina. Se tiraron en el patio de Mariita. Se llevan a Ramoncito, con to y la carterita, pal de culatazo,  por estar vendiendo caraquita. Y  en secreto susurra el policía: Ramomcito:  ¿Cuales salieron en la caraquita? Corran que llegó  la policía; palos para todo el vivo, la radio con transmisión de Venezuela,  se la rompieron a  juanita. Y  sigue prohibida; y en un murmullo que por las calles no-venteras se hace eco,   todos preguntan: ¿Cuales salieron en la caraquita?.   ! Ese maldito nombre no debe ser pronunciado!   Jugadores en empedernido:” 13 con 04 vocea María India” ¿Cuales salieron en la caraquita?   “ 13 con 04 coño tu quiere que me oiga la policía”  En voz baja,  todos preguntan  y Mariita cuchichea   ¡Te tengo una orejita!

¿Está sola?

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Aquella tarde como de costumbre me senté en una de las mesas de aquella, vieja, hermosa, y  oscura cafetería, entristecida a punta de años resistiendo  en plena vista y  en medio de la ciudad. Como casi siempre, pedí mi “medio pollo” que como sabrán no es un pollo partido a la mitad sino un especial tipo de café. Mientras sonaba en la radio una de esas canciones que escuchaba mi abuelo, melancólica, desgarradora, de esas que se oyen con una navaja a mano, tomaba mi café  aplastada por  mi  especial estado de ánimo, hundida en   la labor de concentrarme en la lectura de un libro de esos que acostumbro a cargar en mi mochila. Siento una energía que me invade. Y es cuando me doy cuenta que a dos mesas de la mía, hay  un señor que se da la tarea de observarme “disimuladamente”  con  sus grandes ojos, el peso de su mirada me acosa de una forma tan increíble que en ese momento pese a mi estado de ánimo, o a raíz de él me sentí  desarmada como pocas veces en mi vida. El señor de

Crónicas de un locrio de arenque

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En el mismo centro de la casa, a unos metros de la avenida,   enclavado el lugar donde día a día convergen miles de seres humanos con una sola inquietud “comer” 12 del mediodía en un día cualquiera; el calor,   La fila, Las personas, Los tiquetes, las ganas inmensas de llenar el estómago para luego llenar otras cosas..... Un chico me cuenta lo divertido que es para el comer allí, le parece una gran experiencia, mientras la rubia alternativa lo mira con los ojos doblados y le dice:  “yo,   almuerzo , aquí porque e obligao manito ” La fila avanza de una manera impresionante y   me pregunto que habrá de comida, es en ese momento que el moreno vocea: que locrio de arenque que taba bueno. El vendedor de tikete engulle mientas me pregunta   ¿Canto quieres? Respondo; uno, parte de una larga hilera un   tiquete, extiende la mano izquierda,   ¡Lo chelito! Continúa comiendo. Llego a la puerta de entrada y lo que se puso ante mis ojos