Toña Sandoval: la que no miraba


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Aquella mañana Toña Sandoval salió para la finca a buscar agua, recorría kilómetros  entre los montes con un paño y  una cubeta;  pisando  bosta de vaca, chocando con los animales salvajes, cada movimiento en la soledad del lugar  le espantaba;  Las ramas de los árboles  que cuelgan,  de repente le parecían ánimas, espíritus salvajes a su acecho.

Negra como la noche.

Ojos enormes y un gran susto; Toña no miraba.

Solo alzaba la cabeza cuando el cubo estaba lleno de agua.

Como si quisiera que nadie se percatara de su existencia; Toña Sandoval no miraba
Existir no era su fuerte.

Uno de esos días por los montes buscando el agua, se encontró con Príamo; le  tenía respeto y confianza aun así no lo miraba. Príamo iba camino a la pluma a buscar agua también.

En el camino se encontraron con Aníbal  el terror de la finca, el diablo a caballo; con su sombrero blanco y su poderío.

 Nerviosos  Príamo y toña agilizaron la marcha,  Aníbal  los intercepto, sabía bien el miedo que generaba en el lugar después que: una vez se subió en el árbol más alto  que había en el valle y dijo;“hasta donde lleguen mis ojos es mío” A carabinazos fueron sacados los viejos de sus predios y el que se opuso, pagó con la vida la afrenta.


Desde la altura del caballo y el silencio sepulcral, miró a Príamo,  luego pasó por  Toña, quien con los ojos en el piso  temblaba de forma caricaturesca,  Aníbal la Observó detenidamente, estudió   cada parte de su cuerpo, con su  mirada inquisitiva. En su mente toña se despedía del mundo, pensó era su final y  Príamo a su lado: testigo mudo de la tragedia en ciernes.


Repentinamente Aníbal  soltó una carcajada que venía desde lo más hondo de su ser, desde las vísceras,  las entrañas,  mientras Príamo y toña morían del susto: dijo:

¡Diablo! pero carajo, que mujer  del coño más fea esta!.

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