El Rebalón

 
Ruinas de Engombe. 

Por aquellos años de 1990 nos vimos en la obligación de mudarnos a una civilización cercana pero distante, muchos  kilómetros hacia dentro, un lugar donde no había luz, ni agua, ni asfalto, y precariamente Vivían seres humanos.


Lo que si había por cantidad en aquel inhóspito lugar, eran mosquitos, murciélagos, lodo, y muchos misterios enterrados en aquellas absurdas calles, otrora cementerio del dictador devenido en asentamiento para vivos.


Con 4 años tengo estampas  de lo  deprimente de aquello: ruidos nocturnos, cuentos mañaneros de brujas que chupaban niños por las noches, violadores al asecho, movimientos de techos inexplicables; cucú, bacá, falta de luz, agua, recogida de basura, piso, tv. 


Y mis ganas de olvidar mucho tiempo después.


Cambiamos  el lugar donde nacimos, donde  se hallaba nuestra familia, estaban los amiguitos, los primxs , las calles, los  olores,  las alegrías, además recuerdo mi abuela y mi tío  que nos visitaba cada tanto como para darnos animo.


Había que asumirlo, pues en ese monte estaba nuestra casa con las vacas, la becerrera, la planta de leche y el campo. Todo por lo que habían trabajado nuestros padres. Un  techo.


 Algo reconozco tiempo después,   nuestra vida se trastocó en ese lugar,  por más que hablábamos y hoy día hablamos,  nunca nos acostumbramos, nunca nos sentimos cómodxs en aquel lugar.

 Por las noches se escuchaban ruidos de ultratumba.

Han pasado 27 años en aquellas calles que ahora tienen asfalto, no hay murciélagos, y los mosquitos aparecen de vez en cuando, las historias de los muertos enterrados por la dictadura han quedado en el olvido y solo nos queda la sensación que desde los 90s experimentamos un tanto parecida al exilio.

Comentarios

  1. Espero que escribas para vivir mucho tiempo, Alicia. Sor...prendido de leerte.

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