Entre la maleza







Era una época difícil para,  impúberes, niños que comenzaban a vivir, a conocer, también un tiempo de auge de las empresas de zonas francas, promesas de crecimiento económico y desarrollo  para habitantes de las orillas.


Luisin vivía allí  antes que la industrialización: corría por aquellas callejuelas como el patio de su casa, con el arribo de las empresas, la zona  comenzó a  crecer  en términos de población, de chiripeo  y formas varias de subsistencia.


Madame Yirubi, con peluca, ropas extravagantes llegó a la zona, junto a la industria , en su oficio de aliciente para noctámbulos. La Madame de las noches, la Madame de trabajadores, la madame de la Isabel Aguiar. Trabajo esforzado  en el día y las noches: luces de colores, dormitorios, ventas nocturnas, sapa tacones, afros y pantalones de pata ancha.


Llegaron, pese a los autobuses que salían del Liceo  a manifestarse en contra,  los jóvenes estudiantes de la época,  hablaban del peligro  que se avecinaba si nos convertíamos en una economía de servicios,  desde los centros públicos se hacía resistencia , a ese progreso .“Un día se marcharán y dejaran  el limpio "

“Es peligroso que andes en la calle a esta hora, ya las cosas no son como antes Luis”  le decía su madre, como queriendo proteger su niño de la perdición que desembarcaba.

La 6 de la tarde iniciaba la  larga noche de bares, disco terrazas y bailes exóticos, para trabajadores buscando amparo, buscado asideros en la zona industrial, “tierra de todos un poco de nadie a la noche”.


Con pocos años y la curiosidad ,  Luisin, quería ver, tocar, aquella noche salió sin permiso, se metió a  hurtadillas  en el espacio rojizo que tenía  un tubo en el centro, sorprendido Luisin,  perdido entre la gente, daba vueltas y pensaba que había entrado a otra dimensión: Colorida,  de fiesta, mujeres, hombres, bebidas y Luisin perdido en aquella bacanal.

Madame Yirubi con sus manos como dos tenazas agarró a Luisin dando vueltas  en medio de la gran  sala, lo observó,  acarició su cabeza.  El joven, sorprendido mirando a la enorme mujer no podía articular palabra.


Yirubi tomó la mano tierna de Luisin y en un acto orgánico y repentino la metió debajo de su falda, Luisin  vio estrellas, un vahído momentáneo y  la  sensación de haber metido sus manitas entre maleza, hierba, musgo.





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