Crónicas de un locrio de arenque
En el mismo centro de la casa, a unos metros de la avenida, enclavado el lugar donde día a día convergen
miles de seres humanos con una sola inquietud
“comer”
12 del mediodía en un día cualquiera; el calor,
La fila,
Las personas,
Los tiquetes, las ganas inmensas de llenar el estómago para
luego llenar otras cosas.....
Un chico me cuenta lo divertido que es para el comer allí,
le parece una gran experiencia, mientras la rubia alternativa lo mira con los
ojos doblados y le dice:
“yo, almuerzo ,
aquí porque e obligao manito ”
La fila avanza de una manera impresionante y me pregunto que habrá de comida, es en ese
momento que el moreno vocea: que locrio de arenque que taba bueno.
El vendedor de tikete engulle mientas me pregunta
¿Canto quieres?
Respondo; uno, parte de una larga hilera un tiquete, extiende la mano izquierda,
¡Lo chelito!
Continúa comiendo.
Llego a la puerta de entrada y lo que se puso ante mis ojos
me superó.
Una larga línea de mesas, hombres vestidos de azul con bota
de goma, gente común, gente fuera de lo común, con cara de rapidez y con unas
ganas inmensas de entrar tomar su plato y sentarse.
Me condujo un señor hasta la entrada del lugar donde se
servía la comida, la mujer no miro mi cara, echo el arroz, y como un especie de
postre me dieron tres lonjas de tomate en un plato diminuto.
Seguí derecho sin volver la mirada, me senté en una de las
mesas, tome mi cuchara, mi plato y empecé a comer, mientras comía, observe un
chico en extremo flaco que tragaba la comida de una manera rápida, y estrepitosa.
Luego mire a mi derecha y
había una chica
comiendo con tanta suavidad, tomaba todo con tanto cuidado que parecía
fuera de este mundo mientras almorzaba.
Termino de comer, me levanto, y me dirijo al depósito de
platos sucios, entrego todo, me vuelvo
hacia el frente y salgo por una de las puertas frontales.
No sé pero en ese instante me sentí sensiblemente vomitada
por el comedor.
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